El despertar del Dragón

Capítulo 2258



Capítulo 2258

Capturado

Los dos calcularon que el objetivo de Demithor era llevar a Jaime de vuelta a la Secta Vientofuerte de una pieza, pues el joven era lo más valioso para ellos vivo.

Arconte dijo con calma:

—No lo creo. Dicho esto, este movimiento suyo es demasiado poderoso. No estoy seguro de que el chico sobreviva a esto.

Cuando Jaime sintió el enorme poder, apretó con más fuerza la Espada Matadragones.

El Poder de los Dragones fluyó hacia la espada sin parar.

Tras el rugido de un dragón, un dragón dorado tomó forma y dio vueltas detrás de Jaime.

A continuación, liberó toda la energía espiritual de su campo de elixir. Este sería su último movimiento, ya que después de este ataque, no tendría la capacidad de resistir más, independientemente del resultado.

Mientras un gruñido grave escapaba de los labios de Jaime, la luz de la Espada Matadragones ardió con más intensidad.

En el segundo siguiente, un haz de luz dorada salió disparado de la espada antes de formar una enorme espada dorada.

¡Bum!

Mientras Jaime lanzaba un tajo con la espada gigante, Demithor también soltó la bola de luz que llevaba en la mano.

Con un fuerte estallido, las dos auras chocaron con furia.

Una ola de energía marcial recorrió la zona, y los discípulos de la Secta Vientofuerte que la rodeaban hicieron muecas mientras luchaban por resistir el aura petrificante.

Incluso Alba y Arconte, que estaban a cierta distancia, se vieron afectados por las secuelas. Sus figuras se balancearon y casi se cayeron de la espada voladora.

Jaime se desplomó en el suelo como una hoja que cae de un árbol mientras la sangre emanaba de sus heridas.

A Demithor tampoco le fue bien y cayó de rodillas. Con la ropa hecha jirones y múltiples heridas cubriendo su cuerpo que goteaban sangre verde, su aspecto se asemejaba al de un mendigo.

Esta vez, era obvio que las heridas de su cuerpo se estaban curando a un ritmo mucho más lento que antes.

—¡Señor Carrión! —Los discípulos de la Secta Vientofuerte corrieron al lado de Demithor una vez que se habían recuperado de las secuelas.

Demithor respiró hondo y se puso en pie poco a poco. Luego se volvió para mirar a Jaime, que yacía en el suelo con incredulidad.

Murmuró:

—¿Cómo es posible? Este mocoso tiene algo especial. Voy a transferir todas sus habilidades a mí.

Luego ordenó a algunos discípulos:

—Llévenlo de vuelta a la Secta Vientofuerte.

Por el momento, Jaime se encontraba en un estado demasiado débil. A pesar de ello, consiguió sostenerse con su espada y se levantó lentamente. Mirando fijamente a Demithor, le espetó:

—Sí que sabes faltar a tu palabra a pesar de ser miembro de una secta reclusa, ¿eh? ¿No dijiste que no te unirías a mí? Continuemos esta lucha individual entre nosotros dos. Si eres lo suficientemente hombre.

Al decir esto, intentó levantar la Espada Matadragones, pero por desgracia, no tenía fuerzas ni para eso.

—¡Hmph! Ahora mismo estás al borde de la muerte. Apuesto a que hasta un plebeyo podría matarte con facilidad. Una vez que te haya llevado de vuelta a la Secta Vientofuerte, me aseguraré de estudiarte a fondo para averiguar cómo un Santo de las Artes Marciales como tú fue capaz de forzarme a un estado tan patético...

En el momento en que Demithor terminó su discurso, agitó la mano, y varios discípulos de la Secta Vientofuerte se abalanzaron para agarrar a Jaime.

Jaime no tuvo más remedio que dejarles hacer lo que quisieran, pues ya no tenía fuerzas para defenderse.

Justo entonces, Alba y Arconte llegaron en su espada voladora antes de saltar y decir:

—¡Alto!

Cuando Demithor vio al dúo, su expresión se ensombreció.

«¡Me había olvidado por completo de estos dos!».

Respiró hondo y forzó la calma.

—¿Qué intentas hacer, Arconte?

—No dejaré que te lleves a esta persona, Demithor. Vamos a llevarlo de vuelta a Secta Luminosa — fue la contundente respuesta de Arconte.

Demithor cuestionó: This content provided by N(o)velDrama].[Org.

—Yo fui quien lo capturó, ¿por qué debería dejar que te lo lleves?

—No hay ninguna razón. Sólo quiero llevármelo —respondió Arconte con frialdad.

Enfurecido por sus palabras, Demithor apretó los dientes mientras su rostro se retorcía de rabia.

—Arconte, ¿piensas llevártelo por la fuerza? Te digo ahora mismo que no eres rival para mí con tu habilidad actual.

En los labios de Arconte se formó una sonrisa de satisfacción al escuchar eso, y pronunció:

—Deja de fanfarronear. Con lo herido que estás ahora mismo, incluso podría dejarte lisiado con sólo una mano. Siempre has presumido de ser un genio de una secta reclusa y, sin embargo, te ha derrotado un simple Santo de las Artes Marciales, así que ¿qué derecho tienes a hablar así de grande?


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