El despertar del Dragón

Capítulo 2270



Capítulo 2270

Esta es la regla

Jaime estaba sentado con las piernas cruzadas en su habitación mientras refinaba la energía que acababa de absorber.

Mientras tanto, Arconte estaba en la entrada de la Secta Luminosa y fumaba un cigarrillo con desgana.

Era innegable que la aparición de Jaime había supuesto un duro golpe para su ego, sobre todo porque seguía siendo aplastado por el primero.

Ya era bastante malo que Arconte perdiera contra Demithor por la falta de recursos de la Secta Luminosa, ¡pero era aún peor que no pudiera vencer a un simple Santo de las Artes Marciales como Jaime!

Justo entonces, Emiliano condujo a un puñado de hombres hasta Secta Luminosa y sonrió satisfecho al ver a Arconte enfurruñado.

—Vaya. ¿Por qué el mejor discípulo de la Secta Luminosa está fumando aquí solo? ¿Te preocupa algo?

Arconte miró al grupo con desprecio indisimulado, con una mirada fría y amenazadora.

—¿Qué haces aquí en la Secta Luminosa, Emiliano? No tenemos ningún trato con la Secta Vientofuerte, ¿verdad?

«¡Argh! ¡Los miembros de la Secta Vientofuerte me dan asco!».

—Así es. Sin embargo, he escuchado que acogieron a un Cultivador Demoníaco, ¡así que he traído a otros clanes para comprobarlo! Por cierto, ¿no se decía que la Secta Luminosa no se adentra en el

Cultivo Demoníaco? ¿Por qué todavía abrazar a un Cultivador Demoníaco, entonces? ¿No sabes que son los enemigos públicos del mundo de las artes marciales? —Emiliano se burló.

—¡J*dete! Ustedes son los que acogieron a un Cultivador Demoníaco. No intenten culpar de esto a la Secta Luminosa. —Arconte echó humo.

Emiliano no perdió los estribos, pero un hombre de mediana edad que estaba a su lado hervía de rabia mientras abofeteaba con fuerza a Arconte.

Nadie había previsto el movimiento del hombre, así que cuando se dieron cuenta de lo que ocurría, la mejilla de Arconte se había puesto roja e hinchada.

—Cuida tus palabras, chico. No quiero que digas palabrotas ni tonterías. ¿Entendido? —advirtió el hombre mientras fulminaba a Arconte con la mirada.

Al sentir el aura que emanaba del hombre de mediana edad, Arconte estaba tan asustado que no se atrevió a emitir sonido alguno.

—No se moleste con este mocoso, señor Olmos. ¿Y qué si es el mejor discípulo de la Secta Luminosa? A mis ojos, no es más que basura —dijo Emiliano, con una fea mueca en la cara.

Ni que decir tiene que Arconte estaba furioso. Sin embargo, con un luchador tan formidable al lado de Emiliano, sabía que no debía cometer ninguna imprudencia. RêAd lat𝙚St chapters at Novel(D)ra/ma.Org Only

Al segundo siguiente, un anciano se adelantó y miró a Arconte con el ceño fruncido.

—¿Dónde está Mateo? Que venga a explicarnos la situación. ¿De verdad espera que un insignificante como tú nos reciba?

—Mi maestro no está aquí, señor Jurado. Ha salido... —dijo Arconte con cortesía.

Resultó que el anciano era uno de los ancianos de la Secta del Viento Púrpura, Filo Jurado, lo que significaba que era mucho más poderoso e influyente que Arconte. Por lo tanto, este último fue muy cortés y respetuoso con él.

Emiliano rio entre dientes.

—¿Se ha ido? ¿Intenta esconderse porque sabe que venimos?

—Deja de decir tonterías, Emiliano. El maestro acaba de salir. ¿Cómo iba a saber de su visita? — Arconte respondió mirando a Emiliano.

—En ese caso, lo esperaremos dentro... —dijo éste antes de intentar abrirse paso.

Para su sorpresa, Arconte lo paró en seco.

—Los forasteros no pueden entrar en la Secta Luminosa sin órdenes del Maestro.

—¿Qué? ¿He traído a muchos ancianos del clan y aun así nos niegas la entrada? La Secta Luminosa seguro que es arrogante, ¿eh? ¿No tienes ningún respeto por nosotros? —Emiliano echó humo, incitando a las otras sectas a protestar contra la Secta Luminosa.

En cuestión de segundos, los otros ancianos del clan estaban ardiendo de resentimiento.

—¿Es la Secta Luminosa tan importante que ni siquiera los ancianos como nosotros pueden entrar? —bramó Filo.

Una expresión preocupada cruzó al instante el rostro de Arconte.

—Señor Jurado, así son las normas del Maestro. No tengo elección.


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