El CEO se Entera de Mis Mentiras

Chapter 31



Capítulo 31

Aunque Raquel tuvo una infancia desafortunada, nunca perdió el valor de amar.

Tanto a María como a Alberto, los amó con pasión y entrega.

Amar a alguien no significa ser sumisa, ni estar por debajo de los demás.

Mucho menos debe ser una razón para que otros la humillen.

Además, ya no lo amaba.

Ya no amaba a Alberto.

Esos ojos fríos de Alberto observaban sus cejas y ojos claros, y sus labios finos

se curvaron en una sonrisa de burla: -¿De verdad ya no me quieres?

—Sí... ¡mmm!

Las palabras de Raquel aún no habían salido de su boca cuando Alberto ya había bajado la cabeza y sellado sus labios rojos con un beso fuerte.

El cerebro de Raquel dio un estruendoso golpe, como si se hubiera hecho pedazos, y quedó en blanco. Sus pupilas, claras como el agua, se contraían de repente, sin poder creer que él la hubiera besado de repente.

No es que nunca se hubieran besado antes, pero la última vez, en la ducha, fue ella quien lo sedujo, lo abrazó y lo besó por iniciativa propia.

Ahora, él la besaba a ella.

Raquel intentó apartarse de inmediato, levantando las manos para empujarlo: - ¡Alberto,

suéltame!

Su imponente cuerpo la presionó contra la pared con fuerza. Sus labios fríos y flexibles la aplastaron, con una mezcla de poder y dominio.

Rápidamente, aprovechó el momento en que ella intentó hablar para tomar el control.

En un instante, la presencia de él la envolvió completamente.

Un aroma limpio y fresco, el perfume varonil que solo él poseía, la llenaba.noveldrama

Raquel nunca había estado tan cerca de ningún otro hombre, ni había tenido ningún tipo de contacto íntimo con nadie más. Ella era como una página en blanco.

Su cuerpo inexperto era sumamente sensible, y esa sensación la hizo ruborizarse.

Sus manos, que inicialmente estaban contra su pecho, lentamente se apretaron, tomando la

Capitulo 31

tela cara de su camisa con los dedos, su cuerpo se dobló y comenzó a debilitarse, como si se

derrumbara hacia el suelo. [1]

El hombre lo notó al instante. Extendió su brazo fuerte y sujetó su delicada cintura,

manteniéndola segura en sus brazos.

Alberto finalmente la soltó, terminando el beso.

Raquel, con la cara roja, murmuró: —Tú...

La voz grave y burlona de Alberto respondió: -¿Así que esto es lo que llamas "no

me gustas"? Un beso y ya te derrites.

¿Y aún se atrevía a criticar su habilidad para besar?

Mirá cómo estás, empapada en sudor.

Como si le cayera un balde de agua fría sobre la cabeza, Raquel, que antes tenía

la cara roja, ahora se veía entre roja y pálida. Resultaba que él la había besado para humillarla. 1

Él no cerró los ojos ni un solo momento durante todo el beso, observándola con indiferencia mientras ella caía bajo su hechizo, descontrolada.

Alberto se rió de sí mismo, observando el vestigio de deseo en sus ojos: -¿Eres tan sensible,

eh?

A su edad, un hombre ya sabe todo. Además, estaba en su mejor momento, y él

la trataba de manera cruel y despiadada.

Raquel se sintió avergonzada. Realmente había sido humillada por él.

Lo odiaba, pero aún más se odiaba a sí misma.

Porque su cuerpo aún reaccionaba a él.

Quizás, en el fondo, aún lo amaba.

Y eso le daba a él más razones para burlarse de ella.

Pero Raquel no era el tipo de persona que se dejaba pisotear. Si alguien la atacaba, ella siempre respondería sin dudar.

Se recompuso y, acercando su pequeño rostro a él, le dijo: -Sí, ¿y sabes qué? Si tú no me puedes satisfacer, entonces iré a buscar a otro. Tú ya te has conformado con Ana, así que yo también puedo buscar a alguien más. Alberto, ¿de qué te sientes tan orgulloso? Si Ramón me besara, yo reaccionaría igual.

Raquel hizo una pausa, y al mencionar el nombre "Ramón", hizo un ligero énfasis.


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