El CEO se Entera de Mis Mentiras

Chapter 30



Capítulo 30

Bip, bip, dos sonidos y Raquel colgó directamente el celular.

Alberto se quedó en silencio.

¡Esa maldita mujer, se atrevió a colgarle el celular!

En ese momento, el mayordomo Pablo se acercó. Alberto le ordenó: -Pablo, llama a la señora Raquel y dile que doña Isabel no se siente bien, que regrese inmediatamente.

Pablo se quedó un momento en silencio. Pero, señor Alberto, doña Isabel ya tomó la sopa medicinal que le preparó la señora Raquel y se ha acostado, no tiene ningún problema de

salud.

Alberto, con voz fría, respondió: -¿Me estás mintiendo, entiendes?

Pablo se quedó sorprendido: Señor Alberto, ¿realmente está bien mentirle a la señora Raquel? Durante estos tres años, la señora Raquel ha estado cuidando tanto de usted como de doña Isabel. Ha sido muy difícil para ella, y dejarla salir un rato a divertirse tampoco es para tanto, ¿no?

Alberto, con voz severa, respondió: -Pablo, ¿vas a llamar o no?

Tal vez la mirada de Alberto fue demasiado intensa, porque Pablo rápidamente sacó su celular y dijo: —¡Lo haré, señor Alberto! ¡Lo haré!

Alberto se cruzó de brazos, sintiendo que su frente palpitaba. Toda la gente en esta casa parecía estar rebelándose, ya no le obedecían.

¡Todo por culpa de doña Isabel, que ha consentido tanto a Raquel!

Media hora después, Raquel llegó apresuradamente. Abrió la puerta y, con

ansiedad, preguntó: -¡Abuela! ¿Qué le pasó a la abuela?

Poco después, Raquel detuvo su paso al notar que en la sala no había ningún sonido, las luces estaban apagadas y todo estaba a oscuras.noveldrama

-¿Por qué no hay luz?

Raquel extendió la mano hacia la pared, buscando el interruptor.

Pero en ese momento, una gran mano apareció repentinamente, agarrando su muñeca delgada y blanca, tirando de ella con fuerza. Raquel soltó un grito mientras su cuerpo delicado caía hacia un pecho cálido y firme. Capitulo 30

Esa persona la abrazó y la empujó con fuerza contra la pared.

Raquel ya sabía quién era esa persona, en la casa Díaz, ¿quién más podría actuar de esta forma?

Raquel levantó las manos y las apoyó sobre su sólido pecho, intentando empujarlo lejos de ella. -¡Alberto, ¿qué estás haciendo?!

El hombre soltó una risa fría y baja: -¿Alberto? ¿Ahora sí me reconoces? ¿No era que no me conocías?

Raquel ya se había acostumbrado a la oscuridad, al lado de ella había una ventana de cristal, por donde entraba la suave luz de la luna. Ahora podía ver claramente la cara del hombre, que permanecía en las sombras, observándola con una mirada fría y furiosa.

Raquel se sintió confundida: -Alberto, ¿estás molesto por eso? ¿Porque dije que no te conocía? El hecho de que nadie sepa que estamos casados, excepto unos pocos en tu círculo, ¿ te molesta tanto? ¿De verdad querías que dijera que soy tu señora Díaz, para que te convirtieras en el mal hombre y Ana en la tercera? ¡Qué lengua tan afilada!

Alberto extendió la mano y le sujetó el mentón delicado: -Hablas tan bonito. ¿No será que ya tienes a alguien más?

-¿Alguien más? ¿Quién?

-¡Ramón!

Raquel tembló un poco, dándose cuenta de que él había malinterpretado la situación y pensaba que ella estaba con Ramón.

Raquel no explicó nada, por el contrario, sonrió ligeramente y dijo: -Alberto, ya habíamos acordado que cada uno jugara a su manera. Tú y Ana bailaron tan pegados en el bar, y yo no dije nada. Así que, ¿por qué te importa lo que haga yo con Ramón?

Raquel intentó empujarlo para alejarse.

Pero la gran mano de Alberto la sujetó con fuerza por el hombro y la empujó de nuevo contra la pared.

Su hombro chocó contra la pared, causándole algo de dolor.

Los ojos claros y hermosos de Raquel se enfriaron lentamente: -Alberto, te lo voy

a decir claro, antes te trataba bien porque te quería. Eso no te da derecho a humillarme como te dé la gana. Ahora, ya no te quiero.


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