El despertar del Dragón

Capítulo 2301



Capítulo 2301

Entrando en la cueva This content is © NôvelDrama.Org.

Al percatarse de sus movimientos, Jaime movió la mano en el aire y la Espada Matadragones se materializó al instante. Acto seguido, su cuerpo se abrió paso entre la multitud como un rayo.

En el aire resonaron fuertes gritos. Todos los discípulos de la Secta Vientofuerte que escapaban habían perecido ante la espada de Jaime.

La Espada Matadragones aún goteaba sangre cuando regresó.

Numerosos artistas marciales miraban a Jaime con asombro mientras la admiración llenaba sus miradas hacia él. Ninguno de ellos se atrevía a respirar en su presencia.

Alba frunció el ceño y dijo:

—Señor Casas, no debería haber actuado precipitadamente y haber matado a toda esa gente de la Secta Vientofuerte.

—Merecían morir. Si les perdonara la vida, ¿no significaría que los artistas marciales merecían morir en su lugar? —preguntó Jaime, con un tono gélido.

Alba dejó de hablar. Sin embargo, a los ojos de los artistas marciales del reino oculto, los artistas marciales de los reinos externos eran como insectos: sus vidas no valían nada.

—Vamos…

Jaime guardó su Espada Matadragones y continuó montaña arriba. Ahora nadie se atrevía a interponerse en su camino.

La razón por la que había matado a toda esa gente era para evitar que la Secta Vientofuerte tomara represalias contra los artistas marciales.

No podía seguir guiando a estos artistas marciales, ni podía llevarlos a todos a las antiguas ruinas con él, pues el lugar era extremadamente peligroso.

Si los discípulos de la Secta Vientofuerte decidían lanzar un ataque sorpresa cuando se separaran, los artistas marciales que subieran a la montaña se convertirían en corderos esperando a ser masacrados.

Poco después, Jaime y su grupo encontraron la cueva que había aparecido de repente. La entrada de la cueva era inmensa y en su interior sólo había oscuridad absoluta. No podían ver nada.

Sin embargo, la cueva emitía un aire gélido impregnado de altos niveles de energía espiritual.

Jaime se volvió hacia Vladimir y los demás.

—Vladimir, no creo que debas aventurarte en la cueva. No sabemos lo que hay dentro, y su fuerza podría no ser suficiente para salvaros de cualquier peligro potencial allí dentro. Si ha aparecido una ruina antigua, pueden registrar la zona y encontrar potencialmente otros recursos.

Después de todo, Vladimir y los demás eran demasiado débiles. Si entraban en la cueva, podrían morir por la caída. Desde arriba, nadie podía saber la profundidad de la cueva.

—De acuerdo, señor Casas. Usted también debe tener cuidado —respondió Vladimir.

Vladimir reconoció sus limitaciones y asintió con la cabeza. Eran conscientes de sí mismos y sabían que no tenían fuerzas suficientes para aventurarse en la cueva.

En cambio, Jaime y Alba no tenían reparos en lanzarse a la cueva.

No les importaba la profundidad de la cueva. Ya podían volar usando su energía, así que no caerían al vacío.

El sonido del viento acompañó su rápido descenso.

Descendieron hacia el abismo con sólo oscuridad frente a ellos, pero pronto recuperaron la visión y se encontraron en un espacio vacío.

Jaime miró hacia arriba, pero ya no veía la entrada de la cueva. Era como si hubieran entrado en un mundo distinto.

—¿Es un reino secreto? —se preguntó Jaime sorprendido.

Sabía que muchos reinos secretos se creaban desgarrando el espacio, pero nunca se había encontrado con uno dentro de una cordillera. A pesar de su incertidumbre, Jaime siguió explorando la zona poco a poco.

Él y Alba caminaron en una dirección aleatoria y pronto se encontraron con un vasto bosque de espesos árboles que a primera vista parecía interminable.

Alba estaba asombrada por el inmenso bosque que tenía delante y preguntó a Jaime:

—¿Es éste el interior de las montañas Kazillion, señor Casas? ¿Podría haber otro mundo dentro de este lugar?

Jaime respondió:

—No estoy seguro, pero, aunque sea otro mundo, no es nada especial.

Permaneció imperturbable ante el extraño entorno, pues las situaciones inesperadas eran habituales en él.

Continuaron aventurándose por el bosque, pero pronto, las cejas de Jaime se fruncieron.

El rostro de Alba adquirió un tono escarlata, y su expresión también era extraña.

—Aquí hay niebla tóxica, así que ten cuidado... —dijo antes de sacar una píldora desintoxicante e instar a Alba a que se la tomara.

El propio Jaime era inmune a todos los venenos, por lo que la niebla tóxica no le afectaba.


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