El despertar del Dragón

Capítulo 2351



Capítulo 2351

Escape

Un destello dorado y cegador chocó con la Palma del Cielo Ardiente de Delgado, provocando un sonido ensordecedor que desgarró los alrededores.

Con la explosión del aura, la tierra empezó a temblar, y el suelo bajo sus pies estaba a punto de romperse.

Peor aún, trozos de rocas destrozadas de los muros de piedra se esparcían por todos los rincones del lugar.

El derrumbamiento de las antiguas ruinas del Palacio de Narciso parecía inminente.

En un instante, el rayo dorado enviado por Jaime atravesó la Palma del Cielo Ardiente de Delgado antes de asestar un golpe al propio Delgado.

El pobre hombre salió volando hacia atrás, incrédulo.

Justo cuando Delgado estaba ensimismado en sus propios pensamientos, Jaime acortó la distancia que los separaba en un abrir y cerrar de ojos y se puso cara a cara con él. La velocidad de Jaime estaba muy por encima de la de Delgado.

—¿Qué?

Antes de que Delgado pudiera reaccionar, Jaime le propinó una fuerte patada.

¡Bum!

Delgado se estrelló con fuerza contra el muro de piedra, haciendo que los escombros se desmoronaran. A ese ritmo, el Palacio Narciso se convertiría en polvo.

Fue entonces cuando Delgado tosió una bocanada de sangre y su aura se disipó al instante.

Al darse cuenta de que Jaime seguía avanzando hacia él, su rostro se ensombreció.

—Perdóname, Jaime. Puedo ofrecerte muchos recursos a cambio... —suplicó clemencia.

—¡Hmph! No eres más que un mísero guardián de la Secta del Cielo Ardiente. Sin el reconocimiento de tu líder, ¡tu palabra no tiene ningún peso! Ahora que lo pienso, ¡el poder de un Dios de las Artes Marciales de Noveno Nivel en tu interior podría ser uno de los mejores recursos que pueda encontrar!

Una sonrisa miserable se dibujó en el semblante de Jaime mientras hablaba.

«¡Apuesto a que podría volverme aún más poderoso una vez que absorba toda la energía de Delgado!».

A juzgar por la actitud de Jaime, Delgado sabía que de ninguna manera se libraría. Entrecerrando los ojos, dijo:

—¿Crees que me tienes, Jaime? Piénsalo otra vez. No habría tenido las agallas de asumir el papel de guardián de la Secta del Cielo Ardiente si no tuviera un plan B al que recurrir, ¿verdad? This text is property of Nô/velD/rama.Org.

En cuanto dijo lo que tenía que decir, sacó una reliquia y la aplastó entre sus manos.

Al momento siguiente, el espacio que rodeaba a Delgado empezó a deformarse mientras su figura se desvanecía.

—Magia del teletransporte, ¿eh? ¿Intentas escapar?

Jaime corrió hacia delante y alargó la mano para agarrar a Delgado.

Por desgracia, llegó demasiado tarde. Delgado había desaparecido a plena vista antes de que Jaime pudiera atraparlo.

Jaime se sintió frustrado por haber dejado escapar a Delgado delante de sus narices. Ni en sus sueños más salvajes habría imaginado que un guardián de la Secta del Cielo Ardiente pudiera tener magia de teletransporte bajo la manga.

Momentos después de que Delgado escapara, las antiguas ruinas del Palacio de Narciso temblaron con violencia. Esta vez, incluso cayeron rocas.

—¡Salgamos de aquí, señorita Lope de Vega!

Sin perder tiempo, Jaime condujo a Alba por donde habían venido.

Una vez fuera del sumidero, les recibió un espectáculo lleno de innumerables cadáveres de artistas marciales por todas partes.

La gran mayoría de los fallecidos eran del Reino oculto. Sin embargo, Jaime no vio a Vladimir y al grupo yaciendo entre ellos. Sólo podía preguntarse si habían encontrado su fin o habían escapado ilesos.

Mirando aquellos cadáveres esparcidos por el suelo, Alba no pudo evitar formular una pregunta.

—Señor Casas, ¿será que hay más sectas ocultas en las Montañas Kazillion?

Básicamente, los hombres de Emiliano ya habían sido aniquilados por Jaime. Considerando que los artistas marciales del Reino oculto habían sufrido grandes bajas, no hacía falta decir que algunas sectas ocultas debían haber tenido algo que ver.

—Eso creo. Debemos permanecer en guardia —advirtió Jaime.

Los dos apenas habían dado un par de pasos cuando llegó a sus oídos la conmoción de una intensa batalla. De inmediato, se dirigieron hacia el origen del ruido.

En un punto no muy lejano, Jaime divisó a cinco ancianos que atacaban a Vladimir y su grupo. Estaba más claro que el agua que los ancianos llevaban las de ganar en aquel enfrentamiento. Como meros artistas marciales del Reino oculto, Vladimir y el resto no eran más que blancos fáciles. No tenían ninguna oportunidad contra aquellos ancianos luchadores.

—¡Señor Casas, ayuda! —Vladimir, José y la pandilla gritaron pidiendo ayuda en cuanto Jaime apareció.

Arrugando un poco las cejas, Jaime preguntó a Alba:

—¿Quién es esta gente?

Ninguno de ellos parecía guardarse nada. Se abalanzaron sobre la otra parte sin piedad, como si estuvieran pisando a unas hormigas.

—¡Secta de la Estrella Voladora! Esos cinco ancianos son de la Secta de la Estrella Voladora —reveló Alba.


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