El despertar del Dragón

Capítulo 2347



Capítulo 2347

La cereza del pastel

Ni que decir tiene que los poderes del líder de la Secta del Cielo Ardiente crecerían a un ritmo más exponencial, ya que siempre habían canalizado la magia negra para alcanzar niveles superiores.

Delgado sonrió con suficiencia, sintiendo que el poder de su cuerpo crecía. De repente, su cuerpo tembló y su sonrisa se congeló en su rostro.

Su expresión pasó de atónita a incrédula cuando miró a Jaime, que estaba envuelto en tentáculos. El miedo llenó los ojos de Delgado.

—¿Cómo... cómo es posible?

El cuerpo de Delgado tembló y su poder se disipó de inmediato.

Intentó con toda su fuerza controlar los tentáculos, queriendo separarlos del cuerpo de Jaime. Para su consternación, los tentáculos ya no obedecían sus órdenes.

—¡Ah!

Una ráfaga de llamas apareció en la palma de la mano de Delgado y la lanzó contra los tentáculos.

¡Bum!

Las llamas estallaron al instante y, como fuegos artificiales, los tentáculos se hicieron pedazos al instante.

Mientras los tentáculos estallaban, la figura de Jaime parpadeó y asestó un fuerte puñetazo al cuerpo de Delgado.

El cuerpo del guardián salió despedido en proyectil antes de estrellarse con fuerza contra el suelo. Su cuerpo se hundió varios metros bajo tierra.

—¿Jaime?

Emiliano y Arán no podían creer lo que estaban viendo. Sus ojos se abrieron de par en par con asombro y estupor.

—Señor Casas... —Alba se alegró al ver que Jaime estaba bien.

Jaime estaba erguido, su espíritu vigoroso, nada que ver con una persona a la que acababan de absorber sus poderes.

Delgado salió del pozo, mirando a Jaime con incredulidad.

—¿Cómo supiste canalizar los poderes de la Mano del Infierno? Còntens bel0ngs to Nô(v)elDr/a/ma.Org

Estaba perplejo, pues la Mano del Infierno era una técnica secreta que sólo conocía la Secta del Cielo Ardiente y, sin embargo, Jaime la dominaba.

—¿Qué tiene eso de sorprendente? ¡Ni siquiera has visto la mitad de las cosas que yo sé! —se rio Jaime—. Por otra parte, tengo que agradecerte los poderes que has canalizado en mí, ya que la batalla de hace un momento agotó la mayor parte de mi energía. Esto es como la cereza del pastel.

Jaime lanzó una mirada burlona a Delgado.

Éste respondió con una mueca. Había querido asimilar los poderes de Jaime. Sin embargo, inesperadamente, Jaime absorbió sus poderes en su lugar. Por suerte, reaccionó con suficiente rapidez. De lo contrario, ya se habría convertido en un cadáver.

—Jaime, no seas tan engreído. Aunque no pueda destruirte con la Mano del Infierno, aún tengo otras cartas bajo la manga.

Delgado miró a Jaime con ira y odio enconándose en su interior.

—Oh, ¿crees que no tengo ninguna? —preguntó Jaime.

Entonces, un destello frío brilló en sus ojos. Extendió la mano derecha, y la Espada Matadragones apareció al instante en ella.

En ese momento, la energía de la espada de la Espada Matadragones se elevó hacia los cielos. Cuando Jaime ascendió a Dios de las Artes Marciales, su Espada Matadragones también aumentó su poder.

Jaime gritó, y la Espada Matadragones emitió una luz deslumbrante, llenando el aire con su poderosa energía de espada.

Una feroz oleada de energía de espada se precipitó hacia Delgado, haciéndole retroceder varios pasos.

Olas y olas de energía de espada estallaron y golpearon a Delgado, y el guardián desapareció en una nube de humo.

Cuando el humo se disipó, Delgado se levantó poco a poco. Tenía todo el cuerpo cubierto de heridas y uno de los brazos colgaba precariamente, unido al cuerpo sólo por un trozo de carne y piel.

Emiliano y Arán se volvieron para mirar al guardián con asombro e incredulidad.

Después de todo, habían depositado todas sus esperanzas en Delgado para erradicar a Jaime. Sin embargo, ahora que lo habían herido tanto que casi había perdido un brazo, estaba casi garantizado

que estaban condenados.

—Un Dios de las Artes Marciales de Octavo Nivel es en verdad extraordinario. Sinceramente, me sorprende que no te hayan matado —dijo Jaime impasible, sosteniendo su Espada Matadragones.

Delgado se miró el brazo colgante y apretó los dientes.

—Sólo eres un Dios de las Artes Marciales recién ascendido, y aun así te atreves a hacerme daño. Te haré pedazos.


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