!Canalla ¿Satisfecho con mi muerte?

Capítulo 309



Capitulo 309

Solo asomaba media cabeza por la ventana, con una mirada de tristeza que me atravesaba el alma.

Me froté los ojos, asegurándome de que no estaba alucinando, y corri hacia el con el corazón en un puño. “Kent…”

Al verme asustada, se impulsó con fuerza en el alfeizar y salto adentro,

Y déjenme decirles, se vela increible.

Por un momento, fue como si volviera a mis años juveniles…

Esa escena parecia haber ocurrido con frecuencia en el pasado, solo que yo lo habla olvidado,

“¿Cómo… cómo escapaste?” Le pregunté, agarrandole la cara con cuidado para examinarlo,

Tenia heridas en la boca y alrededor de los ojos, y marcas en el cuello que delataban que habla

la sido estrangulado… Era evidente que habia estado atado…

Revisé su cuerpo con ansiedad, sus muñecas y tobillos tenian marcas rojas y en los brazos se velan heridas.

Empecé a entrar en pánico, y levanté su sudadera para echar un vistazo, pero Kent me sujetó las

manos.

Su voz seguia siendo ronca, con un dejo de tristeza. “Nayri… no me dejaban verte.”

Mis ojos se llenaron de lágrimas, y apenas pude hablar. “Déjame ver…”

Kent bajó la mirada y, poco a poco, soltó mis manos.

Levanté su ropa y vi marcas de quemaduras por electrodos en su abdomen bien formado; estaban enrojecidas, mostrando claramente lo que habia tenido que soportar en ese supuesto hospital psiquiátrico.

“¿Qué te hicieron?” Pregunté, apretando su mano con nerviosismo. “Tú…”

La verdad es que estaba asustada, temía que Kent hubiera sido lavado de cerebro por Quique y ya no pudiera reconocerme.

Kent simplemente sacudió la cabeza y extendió la mano para sostenermeen sus brazos, con la voz temblorosa. “Nayri… te extrañé.”

Agarré la mano de Kent, sin querer perder ni un segundo más. “Vamos a casa.”

“Nayri…” Me apretó la mano con más fuerza. “Ellos sabian que vendría a buscarte…”

Mis ojos se pusieron llorosos al darme cuenta de que Kent habia escapado.

“Pizarro ya retiró la acusación, pronto… te sacaremos de ahi. ¿Por qué arriesgarte a escapar?” Dije en voz baja, consciente de que su huida no debió ser fácil… y que debía estar lastimado.

Kent me apretó aún más. “Tenia miedo…”

¿Miedo de qué?

“Si el cuerpo es la prisión del alma… tenía miedo…” Su voz era ronca.

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Si separamos el alma del cuerpo, el alma sufre y se vuelve vulnerable cuando no puede controlar su carcasa fisica,

Y los psiquiatras siempre encuentran la manera, con medicamentos y métodos, de hacer que incluso las personas sanas no puedan controlar su propio cuerpo.

Como un anestésico… o drogas psicotrópicas como el ácido gamma–hidroxibutirico, conocido. coloquialmente como la ‘droga de la sumisión‘.

“Nayri…” Me llamaba por mi nombre, pero podia detectar su pánico.

“¿Qué te hicieron?” Mi voz temblaba mientras revisaba detenidamente su brazo, confirmando mi temor al encontrar muchas marcas de inyecciones.

Quique, ese desgraciado…

Solo porque Kent estaba etiquetado como un paciente ‘mental‘, él podia abusar de las drogas. psiquiátricas sin restricciones.

Y todo, bajo la fachada de la legalidad.

“Nayri…” Kent sostenia mi rostro, como queriendo grabarme en su alma.

Aunque no dijera nada, yo sabia que estaba luchando por recordarme, por grabarme en su ser.

Quique seguramente ya habia comenzado su juego, está usando sus propios métodos para controlar

a Kent, buscando hacerlo obediente, usando algo para atarlo a su voluntad.

Como aquella noche en que Quique le dijo a Yuria que tenía formas de hacer que Osvaldo se comportara.

Como si pudiera controlar a quien quisiera.

“No dejes que te afecte…” Dije, agarrando fuerte su muñeca.

No dejes que las drogas te afecten.

Pero ¿cómo puede el espiritu de una persona común luchar contra la medicación?

Es imposible.

“Nayri…” Su respiración se volvía más y más agitada.

Me puse de puntillas, sosteniendo su cabeza, apoyando mi frente contra la suya. “No me vas a olvidar. ¿verdad?”

Kent se quedó en silencio, luego negó con la cabeza. “No lo haré…”

Nunca te olvidaré, ni dejaré de reconocerte.

“Nayri, confia en mi.” Kent se esforzaba por hacerme creer en él.


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